viernes, 11 de agosto de 2017

ISA Y BESTIA EN UNA CIUDAD DE CUENTO LLAMADA COLMAR.

Hoy he recogido una figura de esas que cuando llegan al comercio desparecen. Se reponen y vuelve a desaparecer. Este ha sido el caso de mi muñeco y no me extraña.

Para mí, es una de las mejores figuras que ha sacado al mercado la empresa Funko, en su línea Pop.
Es una figura de Matrícula de Honor. Sus diseñadores han sido capaces de captar el "ángel" del personaje al que homenajean en formato de juguete. El acabado es perfecto tanto en el color, en el tamaño y en el peso. Es un auténtico figurón digno de un 10.


Observando al muñeco detenidamente no tienes la sensación de tener entre las manos al típico FunkoPop, lo que lo hace doblemente atractivo para el consumidor. Los coleccionistas de los FunkoPop (entre los que me incluyo) lo vemos como objeto de deseo que necesitamos tener en nuestra vitrina de Funkos. Los amantes de las películas de Disney no podrán controlar la tentación y caerán sucumbidos al embrujo de la figura y lógicamente la querrán tener. Las personas que no estén incluidas en los dos grupos  seguro que al verlo se enamorarán de él, tal y como lo hizo Bella en su momento.


Me estoy refiriendo a Bestia. Sí, aquel personaje con aspecto monstruoso que nos robó a más de uno/a el corazón mientras visionábamos el formidable film de animación de Disney llamado "La Bella y la Bestia" (1991).


Tenía 15 años cuando fui al estreno de la película junto a mi madre. Recuerdo que caí rendida a la Bestia.  Nunca olvidaré la imagen de la sala del cine al finalizar la cinta. Aquello era un valle de lágrimas. Todo los niños y no tan niños estaban emocionados y algunos soltaban unas lágrimas porque la bestia se había convertido en humano.


Bestia nos enamoró desde el minuto cero. En ningún momento nos transmitió miedo, al contrario, él consiguió empatizar con el público. Permitió que nuestras miradas se llenaran de ternura, cariño, comprensión, paciencia... hacia un ser que en todo momento consideramos débil, falto de afecto y que necesita ser achuchado. Así que más de uno/a consideramos que tenía que haber formado parte de nuestro círculo más íntimo de amistad.




Pero si hay algo que me enamoró por encima de todo, bueno, a la par que su protagonista Bestia, eso fue sin duda el pueblo donde vivía Bella. Era la típica localidad construida con las características casitas de chocolate que solía ver en el escaparate del Horno de San Onofre durante los inviernos.
Estas peculiares construcciones me encantaban ya desde niña.



Me hipnotizó ver esa película porque me permitió hacer algo especial. Digamos que me permitió de alguna manera "teletrasportarme" a la ciudad, a la calle y a la casa de Bella para poder disfrutar de ese colorido de las casas y del campo de sus alrededores, de los ruidos de la gente al pasar por las calles, de los olores que debían desprender los diferentes artesanos, como el panadero, y por supuesto el deseo de poder saborear esos olores. En definitiva, disfrutar de todo una parque de atracciones sensorial mientras me sentía dentro del film.

Quién me iba a mí a decir mientras disfrutaba de aquella historia en la sala de un cine junto a mi madre que con los años terminaría conociendo el lugar donde se dice que los de la Disney se inspiraron para hacer este metraje.



Sí, ese lugar existe y se llama Colmar. Una fantástica y preciosa localidad en la región de Alsacia (Francia).
Solo puedo decir que es una ciudad sacada de un cuento de hadas. Dicen que allí se inspiraron para hacer esta película pero cualquier otra de la Disney podría haberse rodado allí.




Colmar es una ciudad de cuento o, mejor dicho, el cuento de hadas es Colmar.



Este verano he podido disfrutar de todo lo que fui sintiendo años atrás mientras visionaba este film. En Colmar mi pasado y presente se han convertido en una sola unidad, digamos que se ha cerrado el círculo.



Y por supuesto terminé fantaseando con la idea de poder comer de invitada en una casa de Colmar y que el gran Lumière me hiciera el numerito del music hall que le regaló a Bella.







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