martes, 22 de julio de 2014

¡Y MÁS MIRADAS DE MI NOSTALGIA PUERIL!

Como ya es bien sabido por todos los que sois habituales lectores de mi blog, y los que no lo sois os invito a serlo, mi pasión por E.T. el extraterrestre no tiene límite. 

La llegada del periodo estival es un momento en el que tengo más presente a este personaje cinematográfico, para mí ya convertido en un mito de mi vida. Sí, digo mito ya que para mí es algo más que una celebridad del cine y del merchan. 

Interesante bootleg de E.T.




E.T. es la personalidad que mejor protege los recuerdos de mi infancia, por lo que ver la película me supone un baño de lágrimas desde el inicio hasta el final. Efectivamente, lo fácil sería no verla más y así no sufriría ya que el verla me supone recordar en 115 minutos toda mi niñez. Pero me hace más daño el pensar que no soy capaz de enfrentarme a mi memoria pueril, la cual preservo hasta la saciedad.






Por esta época veraniega estaría de vacaciones en La Puebla de los Infantes. Bonito pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, cuna de mi padre y mi abuelo, donde pasábamos nuestras vacaciones de fin de curso, o sea de verano. Estábamos deseando terminar el cole para el 1 de Julio aterrizar en el pueblo y todo lo que eso conllevaba. Para mi hermano y para mi suponía una liberación, ya que hacíamos cosas que habitualmente no podíamos hacer en Madrid, como por ejemplo pasarnos todo el día en la calle jugando con los niños del pueblo, unos autóctonos de allí y otros como nosotros, hijos de emigrantes andaluces que se fueron a Madrid (caso de mi padre), Barcelona (muchísimos), País Vasco y Francia a buscar un futuro mejor para ellos y para sus hijos, como fue el caso de mi padre. 

Imagen perteneciente a codigopostal.org

Fue aquí en la Puebla donde más me sentí como Elliot. La primera y más añorada bicicleta que tuve fue consecuencia directa de ver E.T. y de querer ser Elliot para que me pasara lo mismo que a él. Tengo que reconocer que también influyó ver la serie Verano Azul de Antonio Mercero, donde los niños protagonistas se pasaban todo el tiempo con una bici.
Aquí en la puebla lo tenía todo: una pandilla de amigos (esencial para montar en bici o al menos así nos lo vendieron en los 80 en infinidad de películas y series de niños y adolescentes), teníamos espacio para correr con las bicis (las calles del pueblo eran nuestro "territorio"), teníamos seguridad y tranquilidad (era difícil que nos pasara nada ya que por aquella época todas las vecinas solían conocer a todos los niños forasteros (como nos llamaban a los que ya no éramos de allí), había muchísima chiquillería de todas las edades, por lo que era fácil encontrar niños de tu misma edad con los que compartir experiencias, charlas, aficiones, ... y pasarlo en grande, pero lo más importante todos o la gran mayoría contábamos con una bicicleta.

En mi caso fue una Motoretta amarilla con la que aparte de sentirme el protagonista de la película E.T., me sentía la líder de mi grupo de amigos, jjj. Era necesario para que E.T. se me apareciera a mí y solo a mí.
Así fue mi bici.


Imagen perteneciente al blog bicinova

Este biciclo hizo que pasara grandes momentos en el pueblo, sobre todo a la hora de la siesta. A día de hoy sería una burrada solo el pensarlo. Pero cuando se es niño, no existe ni los golpes de calor ni se piensa en que en horas donde no hay nadie por la calle, solo algún motorista del pueblo que le ha quitado el silenciador de su moto para que haga más ruido y así fastidiar la siesta a los mayores, el canto de la chicharra y como no, el calor tan propio en "la tierra de María Santísima", te puede pasar algo. Recuerdo que me encantaba salir después de comer a darme una vuelta, ya que no había circulación y podía correr mejor por las calles, me iba a inspeccionar el terreno, a conocer lugares todavía no frecuentados por mi, ... etc. Además me encantaba pasar por delante de las casas, las cuales tenían cerradas las puertas de la calle (único momento del día en que se cerraban junto a cuando se iban a dormir), pues el resto del día estaban abiertas de par en par (eran como jornadas de puertas abiertas) y solía escuchar por las ventanas las sintonía de la vuelta ciclista. La verdad que no sé si era Tour, Giro o Vuelta, pero sé que se veía a los ciclistas correr. A mí, como a día de hoy, me aburría tanto la siesta, como el ver correr bicis, aprovechaba entonces mi tiempo haciendo cosas que me gustan. He de reconocer que había algo de los programas de los ciclistas que me encantaba, y eso era sus sintonías. De las cuáles recuerdo dos en especial que asocio a esta época de mi vida:


"Me estoy volviendo loco" (1982) del magnífico grupo del tecno-pop español Azul y Negro.



"Pánico en el Edén" (1984) del siempre recordado Tino Casal.


¡Qué recuerdos tan agradables!

En fin, ... la verdad que el verano además de para descansar me servía para evadir mi imaginación y por unos días sentirme al menos en fantasía y en el corazón como Elliot.

A día de hoy como tengo esa necesidad de reencontrarme de alguna forma con mi mito de la infancia, sigo adquiriendo muñecos E.T. De alguna forma hacen que tenga la sensación de ser Elliot. Y pienso que mejor porque aunque no pueda interaccionar y hablar con ellos, sí puedo tocarlos y lo más importante no se va a ir, jjj.

Dos versiones de Elliot (supongo que una será variante de la otra)


Quiero dar las gracias a los chicos de la tienda Toys'n'Soldiers de Madrid, situada en calle Fuente el Berro, 11 que de vez en cuando me dan alegrías como éstas. Se trata de la nave de mi extraterrestre favorito.


Uff, cómo me hubiera gustado haberla tenido de niña. Hubiera hecho sido una delicia tener la sensación de que de alguna forma E.T. aterrizaba nada menos que en mi casa. ¡Todo un sueño hecho realidad! 


No pudo ser, pero eso no ha impedido que con los años sí haya aterrizado, jjj. 






Os dejo con la magnífica  versión que hizo Walter Murphy (compositor y arreglista norteamericano) del tema principal de la película E.T. Este músico tuvo mucho apogeo en los finales años 70 cuando imperaba la música disco y él se encargó de convertir grandes clásicos de la música en fenómenos bailables en discotecas como fue el caso de la 5ª Sinfonía de Beethoven o el tema de amor de la maravillosa obra "Romeo y Julieta" de Tchaikovsky". 



Quizás para los puristas de la música en general y de la clásica en particular este tipo de versiones no les gusten nada. Hay que reconocer que si la obra de partida es buena y el compositor que la adapta es virtuoso, puede hacer una nueva interpretación que no tiene que envidiar a la original. Además, puede incluso llegar a más público al tener otros "sones" y permitir que la gente que le guste descubra e indague la original.