"................ vestidos de chocolate con cuerpo de cacahuet .................."
Efectivamente, se trataba de un anuncio de los muchos que se han hecho para hacer publicidad de estos panchitos cubiertos de chocalate.
La verdad, nunca me han gustado pues no soy muy "panchitera" y mucho menos mezclados con chocolate. Además con ese chocolate tan dulzón y característico de los conguitos. A mí las chuches me gustan que sean 100% dulces o saladas pero no híbridos que intenten confundir a mis papilas gustativas. Pues todos sabemos cuando comemos algo así, de antemano, como es el sabor por separado de cada sustancia y por supuesto sabemos como será la mezcla. Son de esos sabores que visualmente ya sabes como van a saber. Además, suelen ser todavía más dulces de lo habitual, supongo que para matizar el salado del cacahuete.
El conguito protagonista fue durante mi dorada época juguetera de los 80 un gran reclamo para producirlo en masa y poderlo ofrecer de forma más o menos fácil a cualquier niño de esa época. Aunque francamente analizándolo con la perspectiva del tiempo, creo que estos conguitos que se hicieron no estaban pensados para los niños sino más bien para los adultos. Veréis porqué pienso que estaban más pensados para un adulto que para un niño: Solían llevar una ventosilla en la cabeza los que eran de látex y eso significaba al final que "tu padre" decidiera ponerlo en los coches ochenteros como el R5, Seat 125, Seat Fura, el Ibiza, el Panda, el R12, ... etc. También los había de plástico vinil, no muy adecuado a mi entender para las manos de un crío pues a la primera de cambio estaba tirado en el suelo y cascado por algún lado.
El caso es que por aquellos años los objetos con carácter infantiloide (juguetes) no eran muy solicitados por los papás de entonces, así que todos estos artículos de publicidad con aspecto de juguete venían a para a nuestras "delicadas" manitas. Sí es verdad, que siempre hubo excepciones y los había que les gustaban los juguetes o los objetos de colección, pero no obstante no era como ahora que a muchos papás disfrutan más con los kekos que casi los niños. Al menos cuando yo fui peque no conocí a ningún "papá" de mi entorno que le dieran tanta importancia a los juguetes como para ser coleccionista de los mismos como sí observo (afortunadamente) ahora. Es más, gracias a la pasión que muchos padres sienten por aquellos juguetes que tuvieron de pequeños y que a día de hoy guardan con todo su cariño, incluso llegando a coleccionarlos, han introducido a sus hijos en un universo fantástico. Un universo donde todos tienen cabida, grande y peques, que se diversifica según qué tipo de juguete guste. Es decir, cada papá termina aficionando a su hijo a una determinada colección y de esta forma además de permitir compartir una pasión por los muñecos está ayudando a desarrollar el coleccionismo, y lo que es más importante: La ilusión de que nuestra infancia sigue viva.
El caso es que por aquellos años los objetos con carácter infantiloide (juguetes) no eran muy solicitados por los papás de entonces, así que todos estos artículos de publicidad con aspecto de juguete venían a para a nuestras "delicadas" manitas. Sí es verdad, que siempre hubo excepciones y los había que les gustaban los juguetes o los objetos de colección, pero no obstante no era como ahora que a muchos papás disfrutan más con los kekos que casi los niños. Al menos cuando yo fui peque no conocí a ningún "papá" de mi entorno que le dieran tanta importancia a los juguetes como para ser coleccionista de los mismos como sí observo (afortunadamente) ahora. Es más, gracias a la pasión que muchos padres sienten por aquellos juguetes que tuvieron de pequeños y que a día de hoy guardan con todo su cariño, incluso llegando a coleccionarlos, han introducido a sus hijos en un universo fantástico. Un universo donde todos tienen cabida, grande y peques, que se diversifica según qué tipo de juguete guste. Es decir, cada papá termina aficionando a su hijo a una determinada colección y de esta forma además de permitir compartir una pasión por los muñecos está ayudando a desarrollar el coleccionismo, y lo que es más importante: La ilusión de que nuestra infancia sigue viva.
La verdad que no recuerdo como llegaron a parar a mis manos tanto el conguito de látex arriba expuesto como el conguito de plástico vinil que muestro ahora.
De lo que sí estoy segura es que ambos conguitos, el de látex antes que el de plástico, fueron regalos de mi abuela Pepa. La que hizo realidad muchas de nuestras ilusiones (las de mi hermano y las mías) al conseguirnos aquellos muñecos de moda del momento, y que nos permitió desarrollar a tope la imaginación. Esa ilusión sigue viva en mí, lo que me permite cogerlos de mis estanterías con aquellos ojos de niña cargados de emoción por tenerlos y permitirme recordar aquellos momentos mágicos mientras escribo mis entradas dedicadas a ellos.
Durante los años 90 siguieron haciendo conguitos de publicidad e incluso yo los he llegado a ver en color blanco, como si de chocolate blanco se tratara el conguito.
Tengo también un gigantesco conguito de los 90 que es una hucha. Éste fue un antojo mío, que lo vi en desaparecida tienda de patatas fritas y variantes que hubo durante tantísimos años en la Corredera Alta de San Pablo y de la que éramos clientes habituales y mi abuela me lo compró a su debido tiempo. Recuerdo que vino llenito de bolsas de conguitos, las cuales yo ni las hice caso pero al qué si hice caso fue a mi conguito hucha. A día de hoy sigue siendo mi hucha favorita, la única que tengo y la que más ilusión me hace. Si es verdad, que está bastante tocada pues se me cayó muchas veces y al final al ser también de plástico vinil se ha cascado pero bueno ahí está soportando el paso del tiempo junto a mí,jjj.
Bueno y como se trata de un muñeco publicitario mencionar que se hicieron muchos anuncios sobre este famosa "mascota chuchera". Pero para mí si hay un anuncio que recuerdo por encima de todos y al que le tengo más cariño es aquel en el que aparecían estrellas de la música afroamericana como Stevie Wonder o la mismísima Tina Turner.
Madre mía que recuerdos!
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