Llega el turno de un personaje que no pertenece a ninguna serie propiamente dicha, o al menos que yo la recuerde como tal. Rememoro aquellos días en los cuales sabía que llegaba la hora de acostarse pronto para ir al día siguiente al cole, y como apurábamos hasta el último segundo tanto mi hermano como yo. Para nosotros la llegada de Casimiro a la tele a eso de las 20:30 H. significaba siempre la hora límite para estar levantados, es decir, a partir de aquí cualquier minuto añadido era un regalito para estar un poquito más levantados y así sentirnos más importantes al día siguiente en el colegio, aunque te estuvieras muriendo de sueño. En cualquier caso, terminar de ver el especial de Casimiro era sinónimo de acostarse.
Bueno, aquí os dejo una imagen del muñeco de Casimiro que tengo y que, cada vez que lo cojo, me permite viajar por un instante en el tiempo y asomarme a "mi salón", el de mi casa, cuando era niña permitíendome ver a mis padres y a mi hermano, escuchar la voz de mi madre, sentir el calor de la estufa del salón, e incluso llegar a oler las cenas de mi madre.
Como siempre antes de mostraros la imagen de mi Casimiro os dejar con su sintonía. Todos los que fuimos niños en los 80 nos fuimos a dormir al son de Casimiro.
Me encantaba Casimiro. Siempre me han gustado los monstruos, sobre todo los que tienen aspecto infantil, es decir, los que transmiten pena, dulzura, simpatía,...pero nunca miedo. Y eso de que un monstruito me enviara a la cama me parecía muy interesante por dos motivos: por un lado, este personaje no me hacía sentir pequeña, y por otro lado, el elegir a un monstruo para (se supone) asustar a los niños y enviarlos a la cama sin que diera miedo, era una idea formidable. Además nos íbamos con una marcha de rock increíble. No perdáis de vista al largarto, al cepillo de diente y a la extaña guitarra. Por cierto, la mansión de Casimiro ¿no os recuerda a otra temible casa cinematográfica habitada por un tal Norman Bates.
Ahora sí, mi keko de la marca ComicSpain.
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